Los enfrentamientos con la policía se han extendido a varios suburbios de la capital sueca
Hay más de 100 coches quemados y ocho detenidos
La noche del martes los disturbios han vuelto a incendiar el noroeste de Estocolmo. Por tercer día consecutivo, los suburbios de la capital sueca se han convertido en campos de batalla, entre coches quemados y enfrentamientos a pedradas con la policía. La llama que prendió el domingo en el distrito de Husby —un barrio de 12.000 habitantes en el que el 85% es inmigrante de primera o segunda generación— después de la muerte de un hombre de 69 años tiroteado por la policía sigue encendida. Y no solo parece complicada de extinguir, sino que se ha extendido a otras zonas cercanas como Kista, Rinkeby, Jakobsberg e incluso a Norrsborg, al sudoeste de la capital. Todos estos escenarios tienen algo en común: una mayoría de población inmigrante o de origen extranjero. El balance de los desórdenes es de al menos ocho detenidos y más de un centenar de coches quemados en tres días. Un alboroto fuera de lugar en la tranquila y políticamente correcta Suecia.
El domingo, en Husby, donde uno de cada cinco habitantes de entre 16 y 19 años son ni-nis, un grupo de entre 50 y 60 jóvenes quemó cerca de 100 coches. También prendieron fuego a un garaje, lo que obligó a desalojar un edificio entero de apartamentos y, cuando llegó la policía, se enfrentaron con los agentes lanzándoles piedras. En la noche del lunes, otros once vehículos fueron quemados y los enfrentamientos con las fuerzas del orden continuaron, y seis jóvenes de entre 15 y 19 años fueron detenidos, acusados de atentado a la autoridad. Pero no solo había adolescentes entre los causantes de los disturbios, según Diana Sundin, una portavoz policial. “Algunos tienen 12 y 13 años, otros son gente joven y el martes también reconocimos a personas adultas”, explicó a la agencia TT. Al parecer, la chispa que desató el incendio fue la muerte de un vecino de Husby de 69 años, tiroteado por la policía el pasado lunes 14 en su apartamento después de haber amenazado a los agentes con un machete.
Tras esas dos madrugadas calientes, los desórdenes se extendieron a otros distritos en la noche del martes. “Da la sensación de que la gente está aprovechando la oportunidad en otros sitios al ver la atención que se le ha dado a Husby”, aventuraba Kjell Lindgren, de la policía de Estocolmo, en declaraciones al diario Aftonbladet. Alrededor de 30 coches más ardieron, se destrozaron los escaparates de bancos y tiendas e incluso, en Husby, se destrozó una zona de parque donde los vecinos suelen pasar su tiempo libre. Los enfrentamientos con la policía y los servicios de emergencia se recrudecieron y otras tres personas fueron arrestadas.
Horas antes, el primer ministro conservador, Fredrik Reinfeldt, había salido a la palestra para pedir calma y condenar las acciones violentas. “Hay grupos de jóvenes que piensan que pueden y que deberían cambiar la sociedad por la fuerza. Seamos claros: eso no está bien. No podemos dejarnos gobernar por la violencia”. Este miércoles ha sido el ministro de Integración, Erik Ullenhag, el que ha intervenido. “Ahora mismo es una cuestión policial”, ha declarado, aunque, a preguntas de los periodistas, ha abordado la cuestión de fondo. Ullenhag ha reconocido que las zonas afectadas son áreas con malos resultados escolares, y altas tasas de desempleo, especialmente entre los jóvenes. “Es uno de nuestros principales retos sociales. Lo he dicho en los últimos años”, ha explicado el ministro, que ha detallado algunas medidas a tomar en este tipo de zonas.
Pero la comparación es demasiado evidente como para obviarla. “Temo que esto vaya a peor. Será como en Francia”, decía Oscar, un joven de Kista de 23 años, al Aftonbladet . En 2005, la muerte de dos menores electrocutados cuando huían de la policía desató una oleada de disturbios en barrios periféricos de toda Francia que duraron 19 días y se saldaron con miles de detenidos y de coches quemados. El joven de Kista se queja de que llevan años sufriendo “acoso policial, desempleo y aislamiento”, y también alude a la muerte del hombre de 69 años a manos de la policía. “La próxima vez podría ser mi padre, o mi hermano”, señala.
El domingo, en Husby, donde uno de cada cinco habitantes de entre 16 y 19 años son ni-nis, un grupo de entre 50 y 60 jóvenes quemó cerca de 100 coches. También prendieron fuego a un garaje, lo que obligó a desalojar un edificio entero de apartamentos y, cuando llegó la policía, se enfrentaron con los agentes lanzándoles piedras. En la noche del lunes, otros once vehículos fueron quemados y los enfrentamientos con las fuerzas del orden continuaron, y seis jóvenes de entre 15 y 19 años fueron detenidos, acusados de atentado a la autoridad. Pero no solo había adolescentes entre los causantes de los disturbios, según Diana Sundin, una portavoz policial. “Algunos tienen 12 y 13 años, otros son gente joven y el martes también reconocimos a personas adultas”, explicó a la agencia TT. Al parecer, la chispa que desató el incendio fue la muerte de un vecino de Husby de 69 años, tiroteado por la policía el pasado lunes 14 en su apartamento después de haber amenazado a los agentes con un machete.
Tras esas dos madrugadas calientes, los desórdenes se extendieron a otros distritos en la noche del martes. “Da la sensación de que la gente está aprovechando la oportunidad en otros sitios al ver la atención que se le ha dado a Husby”, aventuraba Kjell Lindgren, de la policía de Estocolmo, en declaraciones al diario Aftonbladet. Alrededor de 30 coches más ardieron, se destrozaron los escaparates de bancos y tiendas e incluso, en Husby, se destrozó una zona de parque donde los vecinos suelen pasar su tiempo libre. Los enfrentamientos con la policía y los servicios de emergencia se recrudecieron y otras tres personas fueron arrestadas.
Horas antes, el primer ministro conservador, Fredrik Reinfeldt, había salido a la palestra para pedir calma y condenar las acciones violentas. “Hay grupos de jóvenes que piensan que pueden y que deberían cambiar la sociedad por la fuerza. Seamos claros: eso no está bien. No podemos dejarnos gobernar por la violencia”. Este miércoles ha sido el ministro de Integración, Erik Ullenhag, el que ha intervenido. “Ahora mismo es una cuestión policial”, ha declarado, aunque, a preguntas de los periodistas, ha abordado la cuestión de fondo. Ullenhag ha reconocido que las zonas afectadas son áreas con malos resultados escolares, y altas tasas de desempleo, especialmente entre los jóvenes. “Es uno de nuestros principales retos sociales. Lo he dicho en los últimos años”, ha explicado el ministro, que ha detallado algunas medidas a tomar en este tipo de zonas.
Pero la comparación es demasiado evidente como para obviarla. “Temo que esto vaya a peor. Será como en Francia”, decía Oscar, un joven de Kista de 23 años, al Aftonbladet . En 2005, la muerte de dos menores electrocutados cuando huían de la policía desató una oleada de disturbios en barrios periféricos de toda Francia que duraron 19 días y se saldaron con miles de detenidos y de coches quemados. El joven de Kista se queja de que llevan años sufriendo “acoso policial, desempleo y aislamiento”, y también alude a la muerte del hombre de 69 años a manos de la policía. “La próxima vez podría ser mi padre, o mi hermano”, señala.